14 abril 2008

el acusado

Estando ahí, sentado en su banquillo de acusado, oyendo al abogado de la acusación que citaba textualmente sus palabras, las que había pronunciado en otra época, en otro lugar, en otro contexto, con otra intención... se sintió más sorprendido que aterrado, aunque un poco de ambas cosas. Perdió momentáneamente el hilo de lo que estaba sucediendo al entender que estaba condenado de antemano, y se puso a pensar en el momento ese de las películas gringas, en que le leen sus derechos al detenido y le dicen solemnemente "tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga podrá ser utilizado en su contra". Incluso se sonrió sin darse cuenta al constatar que era exactamente lo que le estaba sucediendo.
Entonces, simplemente concluyó para sí mismo: mejor me quedo callado. Si total...