08 septiembre 2009
Sobre el puente de la calle sexta
La avenida Quito salta por encima de la calle sexta justo antes de transformarse en autopista sur. La travesía dura 16 segundos en el transmilenio lanzado a toda velocidad y son 16 segundos de estar uno suspendido como por encima de toda la ciudad. A la derecha, la planicie bogotana se expande hacia su occidente cual ciudad de otra época, de edificios pequeños arrejuntados unos contra otros en tonos ocres, marrones y cenizos. Al frente se alcanzan a ver las canteras de Cazuca, mordizcos sedientos en la tierra amarilla, con sus casuchas de invasión agarradas en los bordes. Y a la izquierda, a la izquierda, quizá la vista más hermosa de la ciudad: la Candelaria antigua como una planta rastrera pujando hacia los cerros, con la Iglesia de Santa Fé brillando en blanco, y arriba los cerros orientales, capaces de pasar de un gris tormentoso a un pardo seco, que poco tienen ambos de verde y sin embargo verdes son. Entre Monserrate y Guadalupe, se eriza el centro con sus edificios como púas, y a lo lejos, el páramo de Cruz Verde aún más tormentoso en su gris o seco en su pardo, que poco tienen ambos de verde, y sin embargo verdes son.