29 septiembre 2008

chaque matin. (chaque jour)

El inconformista.

La actitud de mi inconformista se traduce por su rechazo a todo lo que huele a idea recibida, a tradición, a estructura gregaria basada en el miedo y en las ventajas falsamente recíprocas. Podría ser Robinson sin mayor esfuerzo. No es misántropo, pero sólo acepta de hombres y mujeres la parte que no ha sido plastificada por la estructura social. Él mismo tiene medio cuerpo metido en el molde y lo sabe, pero ese saber es activo, y no la resignación del que marca el paso. Con su mano libre se abofetea la cara la mayor parte del día, y en los momentos libres abofetea la de los demás, que se lo retribuyen por triplicado. Ocupa así su tiempo con líos monstruosos que abarcan amantes, amigos, acreedores y funcionarios, y en los pocos ratos que le quedan libres hace de su libertad un uso que asombra a los demás y que acaba siempre en pequeñas catástrofes irrisorias, a la medida de él y de sus ambiciones realizables.

28 septiembre 2008

chaque matin


chaque matin je me sens différent


chaque soir je me sens le même

08 septiembre 2008

el caminante



“Apareciste”, dije.
Y enseguida me reí. Él nunca había desaparecido. Él siempre había estado ahí. La que de repente aparecía ante él, ante la historia, ante los días y la muerte, con toda mi existencia a cuestas, en aquel preciso punto del rumbo detenido, era yo. La que había andado durante días los senderos del cementerio con el anhelo de lo repentino y de lo esperado; la que había venido por caminos dolientes a través de los años, intentando un amor tras otro y perdiéndolos uno tras otro, con un estruendo cada vez más callado de cristal que se rompe en lo más adentro de los adentros; la que se había ahogado cien veces en las mareas de la rutina para terminar constatándose siempre sana y salva; la que había partido y regresado mil veces, de los lugares, de las personas, de los recuerdos, de sí misma, perdiéndose, desapareciendo a veces casi por completo, para encontrarse por fin allí, limpia, completa, humilde, enternecida y única, era yo.
Y Diego siempre había estado allí, dormido y en vilo. Como esperándome.